Una pequeña introducción a mi vida
Quiero contarles mi historia. Debo admitir, que este es un paso muy grande para mí, que mientras escribo estas palabras mi corazón palpita mas rápido que nunca. Que son muy pocas las personas a quien he mostrado lo que estoy a punto de gritarle al mundo.
Quiero contarles que cuando me veía en el espejo, me criticaba, me odiaba. Me odiaba tanto, que me hería a mí misma. Si me detenía a sentirme a mí misma, me sentía muy triste, muy sola, y llorando a gritos por dentro. Por eso, prefería no permitirme sentir.
Llegué a mis 29 años pesando más que nunca. En ese momento, no tenía la conciencia de saber por qué, a qué se debía sentirme así. Pero para esto necesito contarles desde más atrás, viendo todo desde el retrovisor:
Tuve una infancia muy linda, agradezco a la vida la mamá que me regaló y los abuelos que tuve. Sí, mi papá, no estuvo mucho en mi vida, pero mi mamá y mis abuelos me llenaron de TANTO amor que creo que de pequeña no sentí que me faltara nadie, y bueno, de hecho sí tuve un papá desde mi adolescencia. De mi abuela y mi mamá aprendí a ser una mujer luchadora, pero sobre todo a trabajar muy duro y a darlo todo por esas personas que amamos.
“A darlo todo”… ufff, esto me trajo bueno y malos ratos. Desde muy joven, desde mi primer amor, desde mi primer trabajo, desde mi primer voluntariado, y desde muchas primeras experiencias, lo di TODO, mi pasión, mi amor, mis risas, mis lágrimas, mi tiempo, sin pedir nada a cambio. Pero lo que no aprendí es que para darlo todo, debía comenzar conmigo misma.
¿Cómo hago eso? ¿Qué es eso? Por qué no me doy todo a mí misma, si lo hago tan fácil con los demás? La verdad es que nunca aprendí a quererme a mí misma hasta no hace mucho.
Desde mis 21 años comencé a vivir sola, ya que me fui de Caracas dejando toda mi vida atrás. Lo que no sabía era todo lo que me esperaba por aprender. Me vine a vivir a Barcelona, y después de 7 años me fui a Berlin, luego Paris, de nuevo Berlin, y luego Estados Unidos. Les contaré toda esta historia de mudanzas y experiencias más adelante, pero ahora, voy a parar en las dos últimas ciudades que mencioné: Berlin y Estados Unidos.
Esta segunda vez viviendo en Berlin, aumenté 10 kilos en solamente 3 meses, me sentía sola, MUY sola. Trabajaba desde la casa, y no me movía porque era invierno y no tenía con quién salir. Como dije, me sentía sola, pero sobre todo triste. Mis kilos, los escondía dentro de las chaquetas de invierno. Luego, decidí Berlin no era para mí, y ya que no tenía nada que perder, sentí que era mi momento para probar mi sueño de vivir en USA.
Lo logré, me fui a hacer mi Master en Miami. Aquí me adaptaba a mi nuevo grupo de amigos. Buscaba tener una pareja, pero yo no me sentía bien conmigo misma, y me escondí en muchas rumbas con mucho vino, y mi peso se vio más y más afectado. Intenté Tinder en las 3 ciudades que viví: Miami, Atlanta y San Francisco. No sé cómo me atrevía, si yo misma no me gustaba a mí misma, por qué me auto castigaba viendo cómo todos luego de la primera cita me hacían “ghosting”. Me sentía en el mundo más superficial que había experimentado, por eso, decidí volver a Europa, y volví a Berlin.
Esta vez, para agradecerle a la ciudad, y al universo haberme reencontrado con mi alma gemela. Sí, a pesar de todavía, estar con el numero en la balanza más alto que había tenido, en Julio de 2018 conocí a Stephan. Alguien que me quiso por mis valores y por mi personalidad. Alguien que vio lo que yo había dejado de ver en mí desde hacía mucho tiempo. Él, sin saberlo, me recordó de aquella Rebeca.
Stephan me propuso matrimonio en Junio de 2019 y fue en ese momento que me dije ¨Rebeca, no te quiero odiar en las fotos de mi boda, no quiero, quiero quererte, quiero volverte a encontrar¨
Ahí empezó mi trabajo. Encontré a una guía que me ayudó con asesorías personalizadas por 4 meses. En esos 4 meses logré bajar mis primeros 9 kilos. Luego, esas asesorías personalizadas se convirtieron en un “reto” que era un método con la misma entrenadora, pero con una comunidad de mujeres, donde todas teníamos el mismo menú y los mismos entrenamientos.
Con ella aprendí a que el cambio tenía que comenzar desde adentro. Y aunque su método me funcionó esos meses, no lo conectaba conmigo a largo plazo, porque era mucha comida, pero con muchas restricciones, pero sobre todo, muchísimo ejercicio.
Gracias a ella, conocí a quien me mostraría interés por la meditación. Así, que comencé a meditar, a sanar, y descubrir MUCHO de mí misma. Me re-encontré, pero sobre todo, sentí que renací.
Fue cuando sentí ese renacimiento que volví a buscar a otra persona quien se convertiría mi guía para volver a la flexibilidad de la nutrición y conocer lo que ahora es mi estilo de vida.
Ahora AMO entrenar, montarme en mi bici de Peloton, salir, correr, comer. Sí, AMO comer, y entiendo que ninguna comida es “mala”, y que todo es un balance. Aprendí a quererme. En Octubre, Stephan y yo nos casaremos, y sé que amaré ver las fotos de mi boda, pero no por como me veo físicamente, sino, por amar quién soy, por amar en quién me he convertido, pero sobre todo, por amar y ver con ojos de compasión a esa Rebeca de años atrás, me perdoné por haberla escondido, y me agradecí por dejarla ser de nuevo. Sobre todo, agradezco al universo que me haya reencontrado conmigo misma y con la persona que viviría este camino conmigo.
Ahora, estoy enfrentando uno de mis mayores miedos: compartir mi antes y mi presente, y aunque verán mucho cambio físico, el más importante es el trabajo interior, el que no se ve en fotos. Mi cara de antes: triste, insegura, viniendo de un lugar de odio propio, pero lo mejor de mi presente: mi sonrisa reflejando mi re-encuentro conmigo misma.
Mi intención, es contarles semanalmente un poco de mi historia, esperando que le sirva a alguien para motivarse a encontrar su propio camino y hacerles saber que no están solos.